Los padres y madres vuelcan sus vidas a los cuidados de sus pequeños. Ya nada es igual una vez que se tiene un hijo. Pero el amor viene acompañando cada uno de esos detalles que sacan adelante, a un ser humano que nace indefenso. Esto es sólo una etapa, al crecer cada quien sigue su rumbo y es cuando se puede presentar el síndrome del nido vacío.
El nido vacío se interpreta como ese espacio que dejan los hijos al ser adultos. Ellos se van por razones de estudios, trabajo o por hacer otros vínculos familiares. Y ya que no somos aves, nos cuesta asumir que para eso nacieron. Lo malo de este síndrome, es que repercute en las emociones y en la parte más sensible del ser humano, que es el hecho de ser padre o madre.
SOBREPONERSE AL NIDO VACÍO
El duelo es una parte importante de la vida y no se sufre sólo ante la pérdida post mortem. También cuando alguien se va y deja un espacio vacío, o cuando una relación se acaba. Esto pasa luego de un divorcio, al cerrar una sociedad o al terminar un noviazgo. Ante cualquier ruptura que requiera vivir un duelo, hay que darle su espacio y superarlo.
Superarlo es la parte importante de este proceso, de lo contrario se vive un duelo eterno donde el dolor ocupa todos los espacios. En estos casos las mejores terapias son aplicadas por expertos. Por fortuna, entre los hijos y los padres o madres no existe tal ruptura, sólo se asume el hecho de que su crecimiento está ligado a dejar su habitación y la vida debe continuar para ambas partes.
REENCONTRARNOS CON NOSOTROS MISMOS
No nacimos con un botón de reinicio. Podemos empezar por recordar todas las cosas que dejamos de hacer por dedicar todo el tiempo al cuidado de los hijos. Estudios (Vea “Estudiar a los 50”), actividades recreativas, salidas en pareja, aprender a bailar algún otro ritmo. Salir de compras sin un coche, iniciar una dieta sin sentir tentación por las golosinas de los niños, y muchas más.
Es momento de ver las opciones y continuar la vida. Los hijos se sentirán orgullosos y motivados a seguir adelante, aunque ya las comidas en sus mesas no tengan el mismo sabor. Ellos también sufren el despegue, pero es nuestra responsabilidad avanzar y dejarlos crecer.